Un beso al cielo, Papá

Papá, si pudiera verte una última vez, te diría lo mucho que te amo, te abrazaría fuerte, te pediría perdón y te diría que te perdono por todo. Te diría gracias. Gracias por las sonrisas, los abrazos, el cariño, los cuidados, por la vida. Si pudiera volver a aquella última vez en la que te vi, me quedaría un minuto más, abrazándote. Me tomaría mi tiempo para despedirme. No sabes la falta que me haces, pero te prometo que cada día me esfuerzo por seguir adelante, para no paralizarme y ser una valiente mujer. Un beso al cielo, Papá.
Jahel BernardoHace 3 años6612 min

Lo único que recuerdo de aquel día, es haber despertado a las 6am. Empezaba a preparar el desayuno, cuando mamá llego y dijo: ¡tu papá murió!. Tres palabras que te rompen el corazón o el alma en pedazos y a partir de ahí, siempre te faltara una pieza. Escuché esas palabras y sin decir nada, caminé a mi cuarto, me senté en la cama y me quede inmóvil, sin decir ni hacer nada. Me negué a creer lo que acababa de escuchar, me parecía un sueño del que pronto iba a despertar. No fui capaz de sentir nada, ni pena, ni dolor, ni tristeza, estaba en shock. Mi papá murió, repetía una y otra vez, necesitaba repetirlo muchas veces, porque mi mente, no había aceptado esa información y seguía pensando que era un mal chiste. Aproximadamente una hora después, mi celular empezó a sonar, muchas llamadas de mi prima, pero no me sentía en la capacidad de contestar y escuchar las mismas palabras. Tomé el celular y escribí un mensaje: Ya lo sé. Ya lo sé – fue lo único que pude escribir. Me recosté sobre el sofá y me quedé inmóvil. No lloraba, pero tampoco hablaba o escuchaba, y lo que es peor, no sentía. También recuerdo caminar sin rumbo por las calles de la ciudad, seguía sin llorar, sin sentir; fue ahí cuando empecé a vivir en automático. No tengo más recuerdos de aquel día, mi mente bloqueo todo recuerdo que le generaba dolor. Los días siguientes al día trágico, tampoco los recuerdo, esos días también fueron suprimidos por mi cerebro.

Lo que si recuerdo es que un día salí de casa, me despedí con un abrazo, diciendo que volvería en algunas semanas, cuando el trabajo así lo permita; pero cuando regresé, él se encontraba internado en cuidado intensivos y no me permitieron verlo. Yo pensaba que mi padre iba a ser eterno, pensé que habrían más días, meses o años para estar juntos, para hablar o para decirle lo mucho que lo quería. Creí que habrían momentos para perdonarnos por algún conflicto o resentimiento. Aquella vez, jamás imaginé que era la última vez que me despedía de mi papá, ya que de saberlo,  me hubiera tomado el tiempo de decirle lo importante que era para mí y que siempre estuve orgullosa de él.

Un día de junio a las seis de la mañana, empecé a vivir en automático, y poco después empecé a medicarme para poder levantarme de la cama, para poder dormir en las noches y para poder hacer las cosas por inercia. Por meses estuve en negación, prefería pensar que se fue de viaje, que el fin de semana iba a llegar, que un día iba a tocar la puerta de la casa, para decirme que todo había sido una pesadilla, un mal sueño; pero no pasó, esa llamada, ese mensaje, esa visita jamás llegó. No fui capaz de visitar su tumba durante un año, no podía, no me sentía preparada, sabía que, si iba, al ver su nombre en una lápida todo iba a ser más real y aún no estaba lista para esa claridad.

Sabía que mi bienestar emocional pendía de una cuerda y que al mínimo desbalance me iba a desmoronar, así que me negué a ver, leer o escuchar sobre ese tema. Lloraba por la noche hasta quedarme dormida, despertaba al día siguiente y no sentía absolutamente nada, y así pasaron días, meses hasta que se cumplió un año de su partida. Lo vi, ahí estaba su nombre y entonces fui consciente de que me había quedado huérfana de padre y no, uno nunca está preparada para ese tipo de claridad; el verlo ahí en medio de tantas lapidas solo empeoró mi salud emocional. Si desde su partida había entrado en un cuadro depresivo, ahora esto acababa de empeorar. Si antes no podía llorar, ahora lloraba a cada instante.

Pasaron los meses y me di cuenta que ese dolor, ese vacío jamás desaparecería y que siempre le faltaría una pieza a mi vida, eso significaba que viviría incompleta toda mi vida. Aprendí a seguir adelante, aunque el dolor siempre estaba. Cuando necesitaba un abrazo, un consejo, recordaba con dolor que él ya no estaba, y para mitigar ese dolor, iba a ese lugar donde lo enterraron y me ponía a hablar, con la esperanza de que el viento le haga llegar mis palabras. Para mi alma rota, llorar junto a su tumba resultaba ser reconfortante, ya que aunque estaba sola, en ese momento sentía su compañía invisible.

La experiencia me ha enseñado que el dolor que se siente por la pérdida de un ser querido, es diferente en cada ser humano. Muchas veces cuando fallece alguien, a sus dolientes le decimos cómo actuar, ignorando que cada ser humano tiene su propio proceso y si queremos ayudar, debemos respetar ese proceso. Yo siempre digo que jamás sabrás lo que se siente hasta que experimentes ese dolor, hasta que vivas ese proceso, hasta que quedes huérfano de mamá o papá (o algún ser querido). Aprendí a no criticar,  a no juzgar la forma de  sobreponerse de los demás, y a no minimizar su dolor, ya que está batallando por sobreponerse de esa situación.

Papá, si pudiera verte una última vez, te diría lo mucho que te amo, te abrazaría fuerte, te pediría perdón y te diría que te perdono por todo. Te diría gracias. Gracias por las sonrisas, los abrazos, el cariño, los cuidados, por la vida. Si pudiera volver a aquella última vez en la que te vi, me quedaría un minuto más, abrazándote. Me tomaría mi tiempo para despedirme. No sabes la falta que me haces, pero te prometo que cada día me esfuerzo por seguir adelante, para no paralizarme y ser una valiente mujer. Un beso al cielo, Papá.

Jahel Bernardo

Mujer, aunque debí ser machito y vivir como Bukowski. Amante de la lectura, las rosas y chocolates. Odio los domingos deshabitados y al mundo -eso es lo que suelo decir- aunque siempre voy por el mundo con el corazón en la mano.