
Cuánta toxicidad hay en la política peruana, creemos que estamos eligiendo a alguien diferente, pero resultan siendo los mismos. Diestros y siniestros, están cortados con la misma tijera. Cuánta razón tenía Enrique santos Discépolo, cuando cantaba: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también; que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafáos, contentos y amargaos, valores y dublé. Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quién lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos.”
¿Desde cuándo los partidos políticos se convirtieron en organizaciones criminales en el Perú? ¿Desde cuándo ser político es sinónimo de delincuente en este país? La confianza se ha perdido. Algunos de estos políticos se ubican a la derecha, otros a la izquierda, pero todos son como ‘polillas’ que viven del Estado. Lo peor es que tienen seguidores de doble moral, que levantan el dedo para acusar a los otros, pero esconden y protegen a los suyos. Aquí no hay la lucha de los buenos contra los malos, sino la lucha de los malos por el poder. Hay zorros en todos lados, unos roban arriba, otros abajo. La corrupción se practica hasta en las comunidades campesinas.
Justamente por eso es que muchos ciudadanos asqueamos la forma de hacer política en el Perú. Meterse a un partido político tampoco soluciona nada, ya que los viejos caudillos manejan estos grupos a su antojo. Dicen que no hay mal que dure 100 años, pero aquí ya pasamos los dos siglos y ‘La República’ no funciona. El problema no sólo es del sistema, sino también de personas. Muchas veces hemos coreado “que se vayan todos”, pero luego terminan regresando los mismos, o si vienen supuestamente nuevos, terminan siendo igual o peor.
Andando por la selva negra, una palabra del alemán se me quedó grabado: “Verschlimmbessern”, no tiene una palabra equivalente en español, pero puede traducirse como ‘empeorar algo en el proceso de intentar mejorarlo’. Eso mismo sucede con la política en el Perú, intentando mejorar las cosas en la política, terminamos malográndola, como se dice popularmente ‘la fregamos siempre’.
Dicen que la política es un arte, pero lamentablemente en el Perú lo han convertido en un vil oficio. Tanto los viejos y los jóvenes, siguen las mismas prácticas. Roban hasta en el municipio más pequeño del país, por ello es que para llegar invierten mucho dinero en campaña, luego lo recuperan estando en el poder.
Lo peor es que la ciudadanía tolera los actos de corrupción, de ahí la célebre frase de “roba pero hace obras”. La credibilidad lo han perdido los tres poderes del Estado. Observando las idas y venidas entre el ejecutivo y legislativo, y con los días grises de invierno que se ha adelantado en este valle, a veces tengo derecho a pensar desde el “gatopardismo”, y es que mi optimismo se ve atravesado por el puñal de la realidad doliente, ya que se ha hecho tantos cambios para que nada cambie en la política del Perú.


Yoel Ventura
Gordito memero y escritor con inteligencia artesanal. Soy investigador en historia y laboro en Derechos Humanos y Derecho Internacional Público. En un mundo de grises, sigo creyendo que el amor es azul.💙