En este viaje, en esta aventura a mi pasado no intento obviar nada en lo absoluto, mi historia será sin duda, el que me lleve al tribunal final, seré condenado por estas letras, por las cosas buenas o malas que hice a lo largo de mi existencia. No intento huir de nada y menos de la verdad, soy un hombre cortado por el filudo sable del campo, tostado por el sol estival de verano, fortalecido en ocasiones por el crudo invierno serrano, y eso me hace diferente a los demás. No diré que soy superior o inferior a otros hombres, pero estoy seguro que no hay uno como yo.
Como es natural, existen ciertas lagunas en mi memoria, y no me juzgarán por ello. Hay ciertas cosas que no recuerdo más, deambulan como fantasmas a espaldas de mí memoria; dichas lagunas me han traído muchas dificultades al momento de escribir, me ha vuelto ingobernable, muy poco dueño de mí mismo. La sola idea de obviar ciertos pasajes importantes de mi existencia me intimida de sobremanera, y en ocasiones hacen que renuncie a mí autenticidad.
Quién querría leer la historia de un andurriante poco pueril y sin destino, quién podría interesarse en la historia de alguien que camina al horizonte sin explicación. Sin embargo, tengo la osadía de escribirlo, aunque mi existencia no sea de interés para usted querido lector; tengo esa libertada de elegir hacerlo, incluso cuando al corazón la tengo cansado.
Existen episodios en mi niñez que les quiero presentar, historias vividas mientras mis padres quizá, planeaban cuál había de ser mi destino, adónde me han de llevar en un futuro. Pero no es de ello que les quiero contar, sino de una historia propia, de una historia vivida a espaldas de toda realidad adulta, una historia de sueños hechos realidad en la imaginación. Todos fuimos niños, y la imaginación era nuestra felicidad.
En años siguientes, habiendo ya huido la edad, me despedía invisible de mi niñez, sepultaba con un adiós las travesuras y los castigos para siempre; me mudaba a una nueva vida de responsabilidades más estrictas, a una vida donde nacía el amor, episodios imposibles de olvidar, episodios que me llevan al paredón y me fusilan con nostalgias.
No podría olvidar jamás, aquellas mañanas frías de abril cuando las clases en el colegio se iniciaban, no podría olvidar los rayos de luz solar, penetrando las rendijas de mi ventana, ni los cantos de pichuychancas (Chincol), avizorando la hora de ir a estudiar. La viva imagen me persigue a donde vaya y lo hará mientras mi existencia persista en este mundo.
En medio de mi “independencia” en el que hoy intento vivir, es preciso recordar para volver a vivir, mi decencia conmigo mismo, me hace escribir una historia al que abandoné en el pasado, pero no me divorcié de ella, porque cargo su peso aún y lo hago sin desprecio.


Manuel Tucto
Escritor y comunicador social. Nacido en el corazón de las montañas, asiduo lector de Saramago, Orwell y Sabato. En ocasiones escribe porque es la única forma que llega a la profundidad de los sueños.