A Diego, quien siempre me recuerda mi mortalidad

Lo conocí hace 7 años, le dije adiós hace 6; pero aún lo sigo viendo: en una copa de whisky, en un café negro, un viernes 13 o el día más iluminado posible, no porque yo lo busque, sino, porque es de esas personas que no te dejan olvidarlo o borrarlo por completo, siempre sabe el momento perfecto para aparecer.
Jahel BernardoHace 2 años209 min

Lo conocí hace 7 años, le dije adiós hace 6; pero aún lo sigo viendo: en una copa de whisky, en un café negro, un viernes 13 o el día más iluminado posible, no porque yo lo busque, sino, porque es de esas personas que no te dejan olvidarlo o borrarlo por completo, siempre sabe el momento perfecto para aparecer. Una llamada, un mensaje, un correo o si estos medios no existiesen, estoy segura que él se las ingeniaría para comunicarse a través de señales de humo. Si, así de interesante e irritable es este ser humano. Siempre ha tenido la capacidad de despertar a mis peores demonios, fue ese detonante para liberar las maldades que llevaba dentro, pero también para romper muchos complejos morales heredados.

Hace una algunos días, con vino en mano, Lu me decía “Esa no es la Daniela que dejé hace años”, me puse a pensar en esas palabras y terminé por darle la razón. Cuando a ella le tocó transitar su propio camino, el cuál no era el mío, dejó un ser humano muy asustado, con ganas de vivir, pero sin saber cómo hacerlo, con muchos complejos morales y religiosos. Ese ser humano no se sentía completamente feliz, era muy incómodo “portarse bien” siempre, porque en el fondo mi alma moría por salir al mundo, conocer y vivir todas las experiencias posibles. Iba por la vida, con esa necesidad incipiente de vivir y lo conocí a él. Diego con su experiencia y su cinismo hacia la moralidad, me enseño lo que la vida me podía ofrecer si no estaba tan concentrada en ser un dechado de virtudes. Me enamoré perdidamente de él, amaba su altanería, su arrogancia, su soberbia, todos eran estúpidos menos nosotros. Fue un gran maestro de vida, en los meses junto a él conocí a grandes escritores filosóficos, y con cada libro que leía me convertía en otra cínica moral. Fue en esta época cuando decidí rechazar la concepción del dios cristiano y la iglesia cristiana. Por aquel entonces yo formaba parte de un grupo juvenil católico, donde todos éramos un dechado de virtudes dentro de las paredes de una iglesia, pero a unos cuantos pasos de ella, éramos hipócritas. Yo era hipócrita. Entendí que al querer seguir estas “enseñanzas” me estaba siendo infiel a mí misma, y que si había un Dios lo primero que me pediría es ser fiel a mí misma, a mis creencias y mi forma de ver el mundo, siempre que no dañe a otro ser vivo en el camino; así que decidí marcharme de ahí.

Diego, también me presento a Charles Bukowski, a quien leí una y otra vez, y de quien amé su forma de vivir; entonces supe que yo debí nacer machito y que esa era la vida que quería vivir. Y precisamente es de este tema del que hablábamos con Lu. En esta sociedad de mierda, es muy difícil ser mujer y llevar la vida de Bukowski; como cuatro copas de vino después, alzó su copa y dijo:  -“Salud por haber nacido en el siglo, país y continente equivocado” – Le seguí la corriente y brindé con ella, por no poder ser una mini Bukowski o simplemente por tener tantas creencias arraigadas y tantos miedos de la sociedad y sus reglas morales que nos limitan a ser las ovejas descarriadas que vinimos a ser. Terminamos todo el vino disponible, y con mucho alcohol en la sangre le pregunto: ¿Quién serías tú si no tuvieras todos esos miedos? – me mira, se ríe y me responde: Otra descarada como tú.

Después de muchas lágrimas y un año de alcohol, entendí que debía conocer a Diego, porque solo así pude descubrir que soy más del tipo hedonista, que del tipo cristiana -hipócrita que iba construyendo. Y a él, quien siempre busca la manera de recordarme mi mortalidad y no tolera ver que me convertí en una quimera gracias a sus enseñanzas y a que jamás pudo moldearme como quería, lo recuerdo con una copa de whisky y brindo a su salud. Lo he soltado, pero jamás lo he olvidado, porque él no lo ha permitido y tengo la impresión que tampoco quiere, de alguna u otra manera su ego aún encuentra satisfacción al hablar conmigo o al ver que siempre tendré algo que responderle, incluso cuando ataca con todos sus fusiles y sé bien que dispara a matar. Ya hace algunos años dejé de admirarlo, pero aún encuentro cierta gracia en escucharlo o leerlo. Quizá una vez que conoces a un Diego, jamás te liberas de esa maldición, es una cruz que cargas hasta la muerte, aunque esta cruz tiene sus matices.

Jahel Bernardo

Mujer, aunque debí ser machito y vivir como Bukowski. Amante de la lectura, las rosas y chocolates. Odio los domingos deshabitados y al mundo -eso es lo que suelo decir- aunque siempre voy por el mundo con el corazón en la mano.