Hoy voy a contarte, amiga mía, de soledades que acompañaron mi vida; a pocos días de cumplir los treinta y tres, he descubierto que soy un hombre triste con breves períodos de felicidad y que la melancolía ha formado parte de mi existencia desde que adquirí el uso consciente de mi razón. Permite, querida amiga, que tu corazón comprenda que no he sido feliz como habrían deseado las personas que me amaron y que siempre tuve más de una excusa para abandonar a la gente que creyó en mí.
Te escribo estos versos porque me has hecho saber, desde tu lejanía, que has tomado cierto cariño por mí y que quizás lo nuestro puede soñar con un futuro juntos; pero antes de dar el siguiente paso, te prevengo de pisar en falso contándote lo difícil que suelo ser en el aspecto de relacionarme con los demás. Amo mi soledad, aquella fría soledad que ha bañado mi rostro de lágrimas una infinidad de veces, pero que en cada amanecer agradeció el hecho de no haber perjudicado a nadie; esa soledad que presenció mis tropiezos con las cuerdas de una guitarra para cantarte una canción que hablaba del amor; aquella soledad que doblegó mis rodillas ante un Creador que a veces sentí indiferente, por las distracciones que aquejan mi espíritu; la soledad que laceró mi alma con la verdad, que es el único modo de comprender que sigo vivo: riendo, llorando y amando. Querida amiga, agradezco la gentileza de saberme querido, al mismo tiempo, veo con preocupación merodear el amor en un espacio que construí solo para mí y mis demonios.
Espero que, por los mismos motivos, comprendas también que soy un hombre débil; que soy una frágil cerilla que pasea su luz entre las tinieblas rogando al viento que no me deje caer en la absoluta oscuridad. He fracasado incontables veces en mi camino por ser mejor cada día y contigo solo fui valiente la vez en que te pregunté si podrías estar conmigo, y tu sí como respuesta me dejó más dudas que certezas, ¿qué iba a hacer con la responsabilidad de tener tu cariño? He tratado de honrarte, pero a veces también se me agotan los te quiero para ti; a veces solo quiero quererme un poco más, para quererte como te mereces. Hace poco me he negado a aceptar un amor al que con gusto hubiera acudido si es que aquella mujer no habría tenido al lado a un tipo llorándole que no se fuera; no soy perfecto, ¿por qué tendría yo que exigirle a otro que lo sea?
Ahora, déjame confesarte que bien no he estado, que una extraña sensación se apoderó de mí haciendo de mis días grises y sombríos; pero no es aquella tristeza donde uno llora para limpiar las heridas del corazón y después se siente mejor; no, es un leve y permanente vacío que habita en todas las cosas, restándole significado; quizá se deba a la medicina que estoy tomando y si es así, confío en que ésta me está curando. Camino por andar, con la esperanza de que vendrán tiempos mejores; porque yo confío, confío en que la vida tiene un propósito para cada uno de nosotros y si el mío es quedarme contigo, espero en algún momento aceptes mi humilde propuesta de amor. Por lo demás, todo bien, sigo siendo el mismo profesor al que conociste hace un tiempo atrás; aquél que ama los cuentos de «Las Mil y Una Noches»; el tipo que anda sólo, con una guitarra en la espalda, soñando con los versos de Borges y las canciones de Facundo Cabral.
El profesor.


Alex León
Profesor de Música y Artes, trompetista profesional, políticamente de Centro Izquierda, seguidor y amante de la literatura borgiana y mediano escribidor.