Amor y locura

Escribir es una cacería continua de palabras, tratando de plasmar el resultado de nuestra existencia; emociones distintas que pertenecen a nuestros días vividos.
Manuel TuctoHace 2 años69 min

LA LOCURA Y EL AMOR COMO ENFERMEDAD

Escribir es una cacería continua de palabras, tratando de plasmar el resultado de nuestra existencia; emociones distintas que pertenecen a nuestros días vividos.

La ausencia de la razón nos conlleva a tocar la locura, como símbolo de euforia y pérdida de rumbo, nos lleva a una plenitud intensa y extravagante del amor, a tal extremo de ofrecer hasta la vida por el bienestar de la otra persona. Sin duda entramos en un descontrol placentero, auspiciado por la generosidad de la niñez que se resiste abandonarnos.

En el pasaje más íntimo de los sentimientos, el viaje amoroso resulta un intenso periplo, un camino de peregrinación constante, con emociones cambiantes, con amores cambiantes; historias, unas más dementes que otras, unas te permiten llegar a sus almas y en otros casos solo a sus cuerpos. Mujeres que, en algún rincón recóndito de la memoria, vivirán de distintas formas y en distintos tiempos, todas como pequeños recuerdos, en algunos esporádicos momentos de la existencia. Recuerdos y nada más.

El amor, resulta complejo vivencialmente y conceptualmente; tomaré un discurso poco trillado para tratar de entenderlo, una concepción que dista de lo tradicional, una concepción que desarrolla al amor como un suceso exclusivamente entre dos seres desconocidos, en la que está involucrado el erotismo, el deseo y la locura; este concepto difiere mucho con el concepto de amor fraternal, a ella lo llamaremos compasión.

El amor llega como una salvación de mundos lúgubres y tiene esa extraña capacidad de hacerte viajar por senderos inimaginables, te embriaga de tal manera que en su demencia te ofrece la felicidad absoluta, un mundo donde vivir con amor significa vivir sin muerte, desde ya la locura muestra atisbos de incongruencia, una especie de narcicismo de dos cuerpos aislados de la realidad. Precisamente es eso lo que le hace diferente al “amor fraternal”, la familia más se compromete con la compasión y excluye el erotismo.

 Ese sentimentalismo abstracto que nos conduce al deseo erótico como punto de coordinación entre dos personas poseídas por el amor, solo puede ser entendida en un mundo reducido de locos.

La locura está relacionada al amor, porque tiene esa capacidad de abrir la puerta emocional de gozo y de placer, orquestada intencionalmente por dos personas, es la apertura a lo que realmente vale, transforma los escenarios naturales en sublimes (la orilla del río no es lo mismo en soledad que con una pareja de enamorados) y busca siempre la belleza y resplandor de un mundo oscuro.

Sin embargo, el amor y la locura no siempre resultan ser uniformes en su universo, muchas veces resultan ser descortés, violento, lascivo y suele deformar y reemplazar el sentimentalismo de deseo por el miedo y resulta frustrante.

La poesía ha sido por años, un vehículo que ha decidido mostrar al amor y su locura con cierta dosis de romanticismo, la hizo universal y apátrida, pertenece a todo ser que decide vivirla sin condición alguna, el amor no busca perfección, solo quiere felicidad y es entendida como una necesidad fisiológica de todo ser humano, una fuerza natural del que no tendríamos que huir.

Ella me daba la mano y no hacía falta más,

me alcanzaba para sentir que era bien acogido.

Más que besarla,

más que acostarnos juntos,

más que ninguna otra cosa,

ella me daba la mano y eso era amor.

                                     Mario Benedetti

Que su complejidad y su locura, no mengüen el intento inocente de sumergirnos en sus caudales, el amor resulta salvaje, pero es un mundo que incluso los dioses anhelan vivir. La razón de la felicidad radica allí, se vuelve mucho más excitante aun cuando recordamos que somos mortales y tenemos la necesidad de vivirlo intensamente, sin desperdiciar el tiempo.

Manuel Tucto

Escritor y comunicador social. Nacido en el corazón de las montañas, asiduo lector de Saramago, Orwell y Sabato. En ocasiones escribe porque es la única forma que llega a la profundidad de los sueños.