Amores gatos

Debo reconocer que siempre me ha llamado la atención el vínculo atípico que genera un gato con sus dueños. Este mini felino no mendiga atención, tampoco se deja querer en demasía. Vaya forma de los amores gatos.
Yoel VenturaHace 1 año106 min

A veces quería amarla, otras tantas veces no.  De manera ocasional había días en las que anhelaba caminar con ella, escoltado por las apacibles gotas de la tardía lluvia que cae en primavera, otras tantas veces solo quería sentarme frente al mirador, sin necesidad de hablar con absolutamente nadie. Huraños suspiros de vez en cuando acompañaban mis tranquilas noches, mientras observaba, desde un rincón de la casa, el infatigable transcurrir de los días que presurosos se marchan al océano de los recuerdos.

Para ser sincero, no me preocupaba saber en nada sobre las cosas que ella realizaba en sus días, tampoco sentía la necesidad de husmear sobre sus pasatiempos.  Si aparecía, pues me agradaba su compañía, ya que me regalaba mágicos atardeceres, y si desaparecía, no me acordaba de ella y me daba igual. No me reclamaba, yo tampoco. Así estábamos muy bien.  

Debo reconocer que siempre me ha llamado la atención el vínculo atípico que genera un gato con sus dueños. Este mini felino no mendiga atención, tampoco se deja querer en demasía. Vaya forma de los amores gatos. Extrañamente, eso se parecía a la forma de vínculo que había iniciado con la tierna señorita de la mirada azul. Sin embargo, admito que fui una mala imitación del gato, ya que mi forma de querer cambió súbitamente y ahora parecía un dócil can que extrañaba ciertas caricias. Para mala suerte, ella desapareció sin decir nada y no volvió a aparecerse en mis intermitentes días.

Fue poco el tiempo que pasé con ella, pero parece que fue suficiente para descubrir los secretos de su mirada. Extrañaba su serena sonrisa que en las tardes se confundía entre el vaivén cadencioso del Huallaga que en silencio recorre estos lares.  No fuimos nada y yo lo sé muy bien, pero -sin querer- tenía la sensación que había pasado algo entre ella y mi corazón. Inclusive el hecho de no saber nada sobre ella me generaba angustias nocturnas en mis frías y solitarias noches.

Finalmente, llegué a la conclusión que lo sucedido con la muchacha de la mirada azul, no fue más que una efímera ilusión, de esas estacionarias que te dan un sacudón y luego todo retorna a su cauce y tranquilidad de rutina. Feliz o infeliz, pero fue una falsa alarma para el corazón. Aunque ello me hizo entender que soy un ser de barro que palpita y suspira en este concupiscible mundo de ilusiones.   

Han pasado ya más de cinco meses desde aquella última vez que la vi, ahora ya no la extraño, al menos eso creo. Vuelvo a caminar en paz y tranquilidad y me siento en el antiguo y frío puente de piedra que fue cómplice de nuestras placenteras y bohémicas tertulias. Mientras disfruto de la serenidad de la tarde, se me acerca una señorita. ¡Oh sorpresa! ¡Es ella!  Sin pronunciar palabra alguna, me abraza y olvido el tiempo transcurrido.

Yoel Ventura

Gordito memero y escritor con inteligencia artesanal. Soy investigador en historia y laboro en Derechos Humanos y Derecho Internacional Público. En un mundo de grises, sigo creyendo que el amor es azul.💙