Quizá no tengo que decirlo, se me nota a leguas que soy un tipo tímido, firme, solitario y muy frío; con una mente ligeramente estrafalario y casi pusilánime, que ha intentado siempre dejar la soledad a cambio de una buena compañía.
Quizá no tengo que decirlo, se me nota a leguas que soy un tipo tímido, firme, solitario y muy frío; con una mente ligeramente estrafalario y casi pusilánime, que ha intentado siempre dejar la soledad a cambio de una buena compañía.
Los días de octubre amanecían en sus ojos, la lluvia bailaba al ritmo hechicero de su voz, sus suaves labios carmesíes, rosaban con el viento a los míos, permitiéndonos soñar juntos por un momento. Cada noche de insomnio, su voz eleva mi alma a la gloria, nos fundimos piel contra piel en la profundidad de los placeres, y recalamos en nuestros cuerpos desnudos y distantes.
Mientras estuve lejos, las montañas andinas jamás dejaron de perseguirme, tengo una conexión visceral con ellas, casi ceremonial; quizá el haber nacido en sus entrañas, el haber bebido de sus remansos y el haber caminado sus noches salvajes, sean motivos suficientes para explicar tal atadura. Mi hogar la edificaron en ella mis antepasados y no importa que tan lejos me vaya, siempre habrá tiempo para volver.