
La noche posterior al entierro de su madre, Lito llamó a mi puerta; tenía el rostro desencajado los ojos rojos y muy inflamados. Sentí pena por él y atendí con cierta amabilidad a su llamado.
- Manuel, ¡discúlpame! – susurró en seguida.
- ¿Por qué? – repliqué
- Podemos beber un trago, sé que no somos amigos, pero hoy no tengo a nadie y siento una tristeza que me rebasa el alma ¿puedes acompañarme?
- Tengo poco tiempo Lito, debo ir a la universidad, pero vamos un rato. Le dije.
Lito era hijo único, tenía diecisiete años, no había terminado el colegio, su padre murió cuando apenas tenía doce años y le dejó como única herencia la calle y todos los vicios que allí se encuentran; a los catorce años me cuenta, ya había caído a un reformatorio para menores (maranguita) por arrebatarle el celular a una señora. Su madre, una triste mujer, se había vuelto a comprometer con un hombre igual, de la calle, uno que seguramente no hizo mejor su vida y cayó en una depresión que terminó con su posterior suicidio.
Lito:
- “Nada acabó aún, pero sigo, sigo intentando controlar mis pasos con ese estímulo salvaje; mis sentimientos de culpa, aquellos que me atormentaban, empiezan a florecer más cuando pensaba que todo había acabado. Había dejado la vida del delito por mi madre, me busqué un trabajo noble donde me pagaban poco, pero ahí estaba, antes todo era diferente “causa”.
He vivido constantemente intentando ser feliz, pero la tristeza de perder a mi padre me ha llevado a las drogas y al alcohol, empecé hacer lo que él hacía en la calle, hacer daño a la gente. En ocasiones me he preguntado ¿Qué era la felicidad? y he intentado ser feliz, mi madre me puso en el colegio y nada ha cambiado ahí, ser feliz “causa”, es solo una dulce palabra, una regla social que intenta darle esperanza a seres miserables como yo.
La soledad ha sido mi único remedio, mi único camino; no ha habido un día soleado para mí, todo era sombra, siempre andaba agotado física y mentalmente, siempre sentía una carga enorme sobre mi espalda, y mi pobre madre “causa” lloraba y yo la trataba mal, he sido una mierda de hijo y mírala ahora, está bajo tierra y yo no sé qué hacer. Cuando estaba sano y me ponía a pensar en lo que estaba haciendo, le hice promesas de dejarlo todo, de volver a estudiar y ser profesional en el futuro, promesa que no he podido cumplir nunca “causa”, ahora me arrepiento y creo que el fracaso es mi único final.
Mi vida es oscura, anoche he caminado las vacías calles en busca de paz “causa”, el frío es mi fiel compañero ahora que ya no está mi madre, el frío jamás se quitaba de mis piernas; solo el amanecer significa un tormento, estoy cayendo nuevamente al alcohol «causa», quizá un día me suicide como mi madre, quiero estar con ella “causa”, tengo esa necesidad de muerte que me atormenta”.
Ha pasado bastante tiempo desde aquel encuentro y he sabido poco de Lito, creo que de alguna forma ha tratado de reformar su vida, pero la sombra ha sido mucho mayor, en una ocasión lo vi estibando bebidas de un camión repartidor, luego un tiempo después, lo volví a ver por inmediaciones del malecón Leoncio Prado, andaba harapo, miserable y ebrio, con cierto temor a su reacción me acerqué y huyó despavorido por entre los matorrales del río Huallaga. No supe más de él.
De la historia de Lito, nace mi insatisfacción con el estado, que constantemente muestra su desprecio por la vida, su poco interés por el bienestar social, que como parte de su demagogia solo sabe castigar los delitos, pero nunca hace nada por prevenirlos.
Es momento quizá de tomarme un trago en memoria de Lito, de alguna forma recordar y sentir tristeza por lo que le tocó vivir, no sé si aún vive o quizá se suicidó como soñaba hacerlo, para estar en el mismo reino de sus padres.
No puedo hacer más que pedir perdón por él, por la sociedad que le ofrecimos, por su vida miserable que no pudimos cambiar, no puedo sentir culpa ciertamente, también yo era casi un adolescente cuando todo sucedió.

Manuel Tucto
Escritor y comunicador social. Nacido en el corazón de las montañas, asiduo lector de Saramago, Orwell y Sabato. En ocasiones escribe porque es la única forma que llega a la profundidad de los sueños.