Los congresistas, Juan Burgos y Jorge Flores Ancachi buscan que por medio de una ley se reconozca a la corridas de toros y pelea de gallos como una manifestación cultural del Perú.

La Comisión de Cultura y Patrimonio Cultural del Congreso del Perú ha generado controversia al promover un proyecto de ley que busca declarar las corridas de toros y las peleas de gallos como manifestaciones culturales del país. La iniciativa, presentada por los legisladores Juan Burgos y Jorge Flores Ancachi (Podemos), argumenta que estas prácticas representan un «aporte cultural y turístico» significativo para diversas comunidades peruanas.
El proyecto plantea declarar de interés nacional la protección y crianza de razas ganaderas de reses de lidia y gallos de pelea. Según el texto, la gallística peruana es una tradición profundamente enraizada que incluye el cuidado, selección y enfrentamiento de gallos peruanos, elementos que, para algunos sectores, constituyen una expresión cultural valiosa.
No obstante, el proyecto ha sido cuestionado por sectores que consideran inadecuado normalizar actividades que implican el sufrimiento de animales. La congresista Susel Paredes, integrante de la misma comisión, ha señalado que no todas las tradiciones deben perpetuarse, especialmente cuando afectan los derechos de los seres vivos. Además, criticó que el texto no haya consultado a actores clave como el Colegio de Abogados.
El debate refleja una división entre quienes ven estas prácticas como parte del patrimonio cultural y quienes defienden la necesidad de un cambio hacia formas de expresión más éticas. La falta de consenso ha llevado a que el proyecto se mantenga en cuarto intermedio, dando tiempo para reconsiderar sus implicancias y escuchar más voces al respecto.
Reconocer las corridas de toros y las peleas de gallos como manifestaciones culturales sería avalar el maltrato animal bajo el amparo de la tradición. En una sociedad que avanza hacia el respeto por la vida en todas sus formas, es inadmisible que la violencia sea promovida como arte. La verdadera riqueza cultural debe estar libre de crueldad, apostando por expresiones que reflejen el respeto y la dignidad hacia todos los seres vivos.