

Quizá no tengo que decirlo, se me nota a leguas que soy un tipo tímido, firme, solitario y muy frío; con una mente ligeramente estrafalario y casi pusilánime, que ha intentado siempre dejar la soledad a cambio de una buena compañía.
He intentado por la fuerza, ocultar ciertas debilidades sin éxito alguno. Sin embargo, intento desnudarme en estas letras por voluntad propia, con el solo propósito de darle un calmante a mi conciencia y alejar la ingratitud del sol, que me niega su abrigo en madrugadas tan frías como esta.
Con más de tres décadas de vida, hoy doy cuenta que he intentado ser un escritor con deficiente vocación y talento, quizá solo escribo porque de alguna u otra forma he hallado paz en ella sin mérito alguno, o quizá sean simples síntomas del sólito lamento de soledad, que desvelan mis madrugadas últimas de noviembre.
En términos del corazón he sido siempre intenso, la tragedia tocó mi alma prematuramente y me ha costado sobreponerme, fue el castigo más duro recibido, por atreverme cruzar las fronteras de una mujer que estaba destinada a morir en el génesis de su existencia.
Sin embargo, la intensidad con la que he amado no murió con ella, en cuanto me volví a enamorar, he intentado siempre amar con profundidad, he intentado dejar algo de mí en cada corazón a las que me ha tocado visitar, de algunas salí bien librado de algunas no tanto.
En los escasos tiempos de amor a los que sobreviví, una que otra me ha partido el corazón, hice lo mismo con algunas quizá, y lo lamento, hoy que la conciencia me acusa lo lamento.
También he tenido la suerte de olvidar muchos dolores que la vida me ofreció, algunos desamores y algunas pérdidas como las de mi abuelo y mi primo Hernán, pobre mi primo Hernán, la muerte también vino por él antes del atardecer.
hace escasos días, una sublime emoción, un trastorno de pasión y erotismo sumergido en el caudal de mis sueños, recorrían el torrente de mis venas, estalló en una resonancia fantasmal de octubre, solo eso era, un sueño tan distante del que uno se resiste a despertar. Hoy la música acompaña al silencio de mi voz; el lápiz, papel y escritorio esperan por una última carta de amor que ella nunca leerá.
Después de esta larga noche en la que no he podido dormir, siento el corazón ahogarse en una especie de ácido, nada nuevo por cierto, ante los nobles recuerdos, siento la necesidad de un sorbo de licor para embriagar las inconsistencia de la vida.

Manuel Tucto
Escritor y comunicador social. Nacido en el corazón de las montañas, asiduo lector de Saramago, Orwell y Sabato. En ocasiones escribe porque es la única forma que llega a la profundidad de los sueños.