A lo largo y ancho de su rica y vasta historia, Huánuco ha alumbrado a hombres que con el pasar del tiempo se convirtieron en virtuosos y talentosos hombres de la música. Estos huanuqueños de antaño que engrandecieron y engalanaron a su terruño, hoy al compás de las manecillas del tirano reloj, son olvidados por las nuevas generaciones de ‘pata amarillas’. Desde los más niños hasta los más ancianos, cada año todos bailan con las distintas cofradías de negritos que salen por las estrechas calles de Huánuco, pero pocos saben que Joaquín Chávez Ortega es uno de los maestros que le puso ritmo a uno de los momentos de esta danza. El maestro Chávez en vida fue compositor, ejecutante y docente de música, destacan más de 200 obras musicales como parte de su autoría y legado. La “despedida de los negritos de Huánuco”, conocido también como “pacha huallay”, es una de sus creaciones más destacadas.
Don Joaquín Chávez Ortega, nació el 19 de agosto de 1890 entre los surcos de una familia campesina en la pequeña comarca de Cosma, para luego muy niño mudarse a Caramarca (en la provincia de Dos de Mayo). En la rebeldía de su adolescencia viaja a Lima, donde termina enrolándose a las filas del Ejército del Perú para cumplir su servicio militar en el cuartel 09 de infantería. A sus 15 años de edad y por su baja estatura, sus compañeros siempre se burlaban de él, ya que el uniforme y el casco siempre le quedaban muy grande. Lo que no crecía en tamaño lo hace en talento, ya que pronto sale a flote sus virtudes, por lo que es seleccionado como aprendiz de músico antes de cumplir los 3 meses en el servicio militar.
Nadie se imaginó (ni él mismo) que estando al servicio del fusil, descubriría su vocación por la música. El destino se había encargado de sincronizar sus pasos, pues en el Ejército del Perú tuvo como maestro y mentor al reconocido director de bandas, don José Sabas Libornio, autor de los toques de mando del ejército, así como la marcha de banderas, séptimo de línea y otros, en su condición de Director General de las bandas del ejército. Durante 5 años de duras e intensas jornadas de incursión en el estudio de la música, le sirvieron para que se estrene como el más joven director de bandas del ejército de su época, pues a sus 20 años ya dirigía distintas bandas del ejército del Perú, entre las que se destaca la banda de la artillería costa, 1° de Infantería, 13 de Infantería, etc. Luego prestando sus servicios a la Marina de Guerra, llegó a dirigir la banda de músicos del buque insignia de la Armada Peruana (BAP) Almirante Grau.
Fue contratado como director de música en varias ciudad del norte, hecho que le permitió vivir en esa parte del país. Luego en 1920, el maestro Nicanor Tapia que se encontraba asimilado a la Armada (Marina) con el grado de Capitán de fragata, le recomendó para que lo contraten como músico en la banda de la Armada, y alimentado por su juvenil ilusión de conocer otros países, se dio de alta como Oficial de Mar de Segunda en la Banda de músicos del barco BAP Almirante Grau, en la que permaneció por espacio de seis años. En esa embarcación conoció a su paisano, el músico huanuqueño don José C. Ávila, quien también era oficial de mar.
Luego de nacido una amistad entre los ‘pata amarillas’ y gracias a su trabajo, realizaron viajes a varios países del extranjero en travesía de verano y viajes representativos, siendo uno de sus primeros viajes el realizado a la república de Panamá con motivo de la inauguración del canal del mismo nombre, acontecimiento a la que asistieron delegaciones de distintos países. Dicho viaje tuvo una extraordinaria anécdota, ya que por esas fechas se encontraba en Panamá el ilustre Daniel Alomía Robles, presentando en uno de los teatros de la ciudad su obra “El Cóndor Pasa”. El maestro Chávez asistió a dicho espectáculo y fue donde conoció y se hizo amigo de Alomía Robles. El destino juntaba a dos hombres con ADN musical, provenientes de Huánuco querido.
A pesar de haber recorrido por muchos y diferentes lugares, todavía no había andando por los senderos del amor. Es en uno de los viajes a su terruño en la que conoce a la jesusina doña Daniela Valladares Avalos, con quien inicia un cálido romance y posteriormente contrae matrimonio en la ciudad de Huánuco, para luego construir su nido de amor en la casa de su prima cuñada (esto en Lima), doña Adelina Castellanos Ávalos, a quien respetaba mucho y llegó a dedicarle un ‘vals concierto’ con el tituló de “Adelina”. Luego de ascender como oficial de mar de primera, maestro de banda de primera, hizo viajes en representación del Perú en diferentes certámenes de bandas en Costa Rica, El Salvador, Honduras, Panamá y otros países.
Desde el año 1933 inicia a vincularse más con la ciudad de Huánuco, y es en ese preludio que termina trasladándose de Lima y se instala en una casa huerta de la cuadra cinco del jirón Huallayco, en donde rodeado de cafetos, naranjos y toda clase de árboles frutales, inicia sus vivencias en Huánuco. Inició como docente de música de los niños Paulino y Francisco Solano, luego con Antonio Solano (padre de los niños), el primo Delfín Solano y otros más, dan vida a una respetable banda de músicos. Banda que generó envidia en sus «oponentes musicales», tanto que estos lo bautizaron con el apelativo sarcástico de “la banda de ocshapata”. Inclusive cierta vez, cuentan que las otras bandas musicales comenzaron a decir que los Solano dirigidos por el ‘Maestro Chávez’ no eran inteligentes, ya que tocaban guiados por hojas de papel (en la que se encontraban las partituras), mientras que ellos tocaban así nada más, sin nada de ayuda.
En el primer año de su estancia en Huánuco, viajó al pueblo de Chaucha en la provincia de Ambo, mientras amenizaba la fiesta de año nuevo con la murga de ’Los Solano’ y participaba por vez primera de la pomposa fiesta de los negritos de Huánuco, y al observar que esto terminaba pronto, compuso a ritmo de cofrería, el cierre de la danza, a la cual tituló “Despedida”. Luego en el año 1934 en el pueblo de Pillao, compuso la segunda versión de la música afro-andina, esta vez inspirado en la crepuscular belleza de aquel pueblo huanuqueño. A dicha composición le puso por título “Pacha huallay” o también “Pacha huaray”, que traducido del quechua significa amanecer del mundo, o simplemente alborada. Esta creación fue rápidamente difundida por el polifacético Andrés Illatopa Carhuacachín, caporal de diferentes cuadrillas de negritos del departamento de Huánuco, además de bordador de cotones e ingenioso pirotécnico. Con el pasar del tiempo, esta composición quedó con el nombre de “la despedida de los negritos”, ya que por su carácter afro-andino y sentimental, se acostumbra ejecutarlo al último día de cada fiesta de la negreada y el “chin tata chin”.
En 1938 funda la banda juvenil de la sociedad obrera de auxilios mutuos de Huánuco, en cuyo seno se iniciaron en la música, los jovencitos Romualdo Villanueva, Andrés Fernández Garrido, entre otros. Estando a punto de estrenarse referida banda musical, fue disuelta, debido a que su presidente el Señor Isaac Adrián fue apresado por su condición de aprista. Un año después se encuentra nuevamente con Daniel Alomía Robles, pero esta vez en la ciudad de Huánuco, ya que por esas épocas, el autor del “Cóndor pasa” se postulaba como candidato a diputado por su tierra.
Desde 1940 por situaciones de trabajo, permanece durante 8 años en Cerro de Pasco, ciudad donde se desempeñó paralelamente como profesor de música e iniciación técnica en el colegio Daniel Alcides Carrión, en cuyo periodo escribió algunos conciertos, marchas militares y regulares, paso dobles, marineras y huaynos. Posteriormente en 1945 enviuda, y 6 años después tiene un nuevo romance pasajero con Emilia Olaza, fruto del cual nace una hermosa niña. Desde 1952 trabaja entre Cerro de Pasco, Huánuco, La Unión y Llata; para ese entonces era conocido por organizar a las bandas estudiantiles y enseñar el curso de música en los colegios nacionales de varones Dos de Mayo, y de señoritas Nuestra Señora del Carmen en la ciudad de La Unión. posteriormente enseña en el colegio Víctor E. Vivar de la ciudad de Llata. En 1955 el amor toca nuevamente sus puertas, tanto que vuelve a contraer nupcias con Mauricia Cruz Albino, con quien tuvo 4 hijos y fue su última compañera eterna.
En los inicios de la década de los 60’, específicamente en 1961, compone la música del himno a Cerro de Pasco y en el año 1965, escribe la marcha militar “los Huamalianos Pasan“. Es en ese mismo año que la inspiración lo acompaña para componer la música del himno para el concurso de himnos del Colegio Nacional Virgen del Carmen de la Unión y una marcha militar dedicada al colegio Dos de Mayo. Trabajó también en 1966 en el colegio “Enrique López Albujar” de la ciudad de Pachas, institución que tuvo como director a Wilmer Ramos Giles (progenitor del conocido Mito Ramos). En esa misma década, entre los años de 1967 y 1968 fue profesor de música en la Escuela Normal en la tierra de Aguamiro, conocido formalmente como la ciudad de La Unión.
En 1969 ya en la ciudad de Huánuco, se dedica a enseñar en la escuela regional de música Daniel Alomía Robles que funcionaba en la finca Nº 485 del jirón Abtao, escuela que posteriormente se trasladó al jirón Hermilio Valdizán junto a la iglesia de la Merced, dedicándole a dicha Institución académica una marcha militar. Posteriormente en la década del 70’, es invitado al colegio Nuestra Señora de las Mercedes, para organizar su primera banda de guerra. Con tal motivo les dedicó dos marchas para bandas de guerra (facilitada para señoritas aprendices), los que hasta hoy ejecutan las “mishicas” (apelativo cariñoso para las escolares de dicha institución).
En todos los años de su existencia, dejó más de doscientas composiciones literario-musicales como legado, entre las que se destacan un conjunto de seis piezas que pertenecen al género de la música académica. Como dice Héctor Lavoe: «todo tiene su final», y el final para el maestro Joaquín Chávez, llegó un lunes de invierno del 21 de Diciembre de 1981, cuando tenía 91 años de edad. Sus restos mortales al son del olvido, descansan hoy en un nicho del pabellón “El Señor de la Agonía” en el cementerio general de la ciudad de Huánuco.

Yoel Ventura
Gordito memero y escritor con inteligencia artesanal. Soy investigador en historia y laboro en Derechos Humanos y Derecho Internacional Público. En un mundo de grises, sigo creyendo que el amor es azul.💙