El 10 de septiembre, se conmemoró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio y aunque unos días después, logre terminar este artículo.

Hace algunos meses conocí a Lu, una joven de 20 años con una niña de 8 meses; ella me cuenta que durante su embarazo tuvo que vivir el rechazo de su familia y del padre de la niña. Frente a esta presión, pensó muchas veces en abortar, pero tenía miedo y no sabía como hacerlo. Los meses pasaron, poco a poco su familia la fue aceptando y su pareja comenzó a apoyarla; cuando pensó que todo empezaba a mejorar, llegó el día del parto y luego de varios días internada y una cesárea de emergencia, llegó a este mundo una pequeña niña de ojos brillantes.
Ella cuenta que el día del parto empezó su caminata por un sendero oscuro, al principio pensó que todas la emociones y sentimientos encontrados eran consecuencia de las hormonas, y siguió cada una de las indicaciones de los doctores; sin embargo, pasaron los días y todo empeoró. Recibía el apoyo de su familia, apoyo aparente, porque siempre encontraban la manera sutil de recordarle que ella les había fallado. Huyendo de aquello y con el sueño de formar una familia, Lu y su pareja decidieron vivir solo los tres. Con lágrimas en los ojos, cuenta que caminó a aquel lugar, en el que iniciarían una nueva familia.
Iba con muchos sueños, muchas ilusiones, los cuales se convirtieron en pesadilla, una pesadilla que casi termina con su vida. La vida de ensueño duró apenas unos días, porque la violencia psicológica inició de una manera sutil, con palabras hirientes, desvalorización a sus sentimientos; ya que ella cuenta que sentía mucha tristeza, mucha pena y que bastaba un tono de voz elevado para romper en llanto. Como sucede en muchos casos, su pareja pensaba que exageraba o que era un intento de manipularlo, y ella al no saber lo que le pasaba, o porque se sentía tan indefensa, trataba de explicar lo que estaba atravesando, pero de la manera equivocada.
Gritó, lloró, suplicó cariño, atención, apoyo o cuidados; pero no recibió nada de ello, así que poco a poco fue cayendo más y más en la depresión. Aun atravesando todo ello, siempre trató de brindarle los cuidados necesarios a la pequeña. En medio del dolor, la niña fue su lazo a este mundo y la única razón de aún seguir en este mundo. Durante los 6 meses que le tocó vivir con el padre de la niña, fue maltratada psicológicamente, recibía gritos, minimización, incluso tuvo que atravesar violencia económica, muchas amenazas de abandono o de quitarle a la niña, alegando inestabilidad emocional; pero lo que ella estaba atravesando se llama “depresión posparto” y es real, y puede llevar al suicidio si no es tratado a tiempo.
Un día de julio, después de pasar una mala noche por atender a la niña, pidió que el padre ejerciera su responsabilidad y cuidara de su hija, mientras ella descansaba un par de horas. El tipo, después de decir todas las frases y palabras hirientes que se le ocurrieran, la empujó al suelo y desapareció por varios días, apagó el celular y cortó todo tipo de comunicación. Ella, en su desesperación al ver y sentirse sola, tomó una de las peores decisiones, ingirió una gran cantidad de pastillas. Me cuenta que empezó a temblar y a sentirse somnolienta, fue entonces cuando vio a su pequeña niña sonreírle, y supo que había tomado la decisión equivocada. De los pocos minutos de conciencia que le quedaban, pidió ayuda, logramos llegar a tiempo y pudimos salvarla.
Ahora me pongo a pensar cuantas veces no se llega a tiempo, o no se recibe una sonrisa que te devuelve las ganas de vivir. Lu el día de hoy recibe ayuda psicológica, sabe que el camino será difícil, pero se esfuerza cada día. Por fin logró entender que aquello que le sucedía no era su culpa, y que no tenía por qué sentirse responsable.
La Organización Mundial de la Salud indica que la depresión posparto afecta al 56% de mujeres latinas. Además, menciona que el suicidio es una de las causas más importantes de la muerte materna durante el periodo perinatal. Asimismo, la bibliografía indica que una de cada cuatro mujeres sufre de depresión y ansiedad durante el embarazo, y una de cada seis padecen de depresión posparto. Entre en 2012 y 2018, se realizó un estudio en la región de Cajamarca en la que se determinó que de las 195 muertes maternas, el 5.64% (11) fueron por suicidio o lesión autoinfligida.
Lamentablemente, no existe mucha data sistematizada en el país sobre esta problemática, y la depresión y el suicidio siguen siendo un tema tabú; sobre todo porque la sociedad espera que el embarazo y el posparto sean las etapas más felices en la vida de una mujer, el cual, muchas veces está muy alejado de la realidad.