Ella

Existe un amor, de esos que suceden una sola vez y marcan la vida del hombre para siempre; después de aquello, los amores vienen y van y tienen su valía e importancia, pero no la repercusión que ocasionó el primero.
Alex LeónHace 12 meses1210 min

Existe un amor, de esos que suceden una sola vez y marcan la vida del hombre para siempre; después de aquello, los amores vienen y van y tienen su valía e importancia, pero no la repercusión que ocasionó el primero.

«Nos quisimos demasiado y eso encela a la vida que considera que nada en el ser humano es perfecto; nuestro amor tenía su magia y con el tiempo el cariño seguía intacto, aunque nos fuimos consumiendo un poco. Yo, desalineado como el tronco, cometía mis errores; ella, conservadora desde la raíz se quejaba de mis actitudes. Recuerdo que nos fuimos a vivir a un cuartito de medio pelo cuando éramos ambos estudiantes universitarios; ella trabajaba y estudiaba a la vez, mientras yo era un desempleado que se pasaba horas frente a la tesis tratando de hilvanar las ideas que me ayudarían a obtener la tan ansiada licenciatura. No voy a negarles que me tuvo mucha paciencia, mientras duró su cariño.

Los últimos meses antes de culminar nuestra relación, eran para ella de idas y venidas, de pensar y repensar lo que estaba haciendo, de analizar si estaba o no en el camino deseado, de prever si yo era el hombre que en verdad quería o sólo alguien con el que coincidió amablemente; no tenía mucho que conjeturar sobre sus amores pasados, ella solo recordaba a uno de entre los pocos hombres que tuvo en su vida y honestamente, me decía, ese tipo no valía la pena; la otra opción que manejaba con más optimismo era que quizá vendría un amor a futuro que la enamoraría y que tristemente lo perdería por encontrarse ocupada en una relación que no daba para más; no, eso no se lo iba a permitir. Pensaba demasiado y eso, como es sabido, nubla los sentimientos, que solo le pertenecen al corazón.

Todo aquello iba sucediendo en su cabeza, mientras yo analizaba y discutía los resultados de mi tesis frente a la pantalla. A finales de ese año me gradué y obtuve la licenciatura. Con un poco más de tiempo ahora tendría espacio para ella que, pacientemente me había acompañado durante aquel proceso que duró más de diez meses. Volteé la mirada y estaba ahí: tierna, bella, inteligente, pero ya no era la misma, poco después me pareció irreconocible, había cambiado en las maneras, subió de peso, lo que la hacía ver estupendamente bien y me trataba con menos afecto, casi bordeando la indiferencia; traté de tocarla y sentí que saboteaba mis intentos de cariño y consideración. ¿Qué había sucedido? Se decepcionó de mí, porque en los momentos en que yo no estaba estudiando, me encontraba bebiendo con amigos y eso sucedía con demasiada frecuencia; entonces tomó la decisión unilateral de considerarse soltera y como Dios te pone las personas de acuerdo a la situación, un día se cruzó por ahí con el único amor de antaño que recordaba, con el tipo que había dicho que sería el último hombre con el que estaría; éste mismo la fue animando, reconquistando, queriendo y, generosa ella, como yo la recuerdo, esperó a que terminara con mis pendientes universitarios para decirme que se iba con él.

Es poco lo que puedo narrar sobre mí después de aquel suceso, la gente que me vio por aquella época solo recordará a un tipo con evidente sobrepeso que bebía demasiado, que había perdido el gusto por la vida y que tocó fondo al hospitalizarse por un accidente que tuvo, manejando en estado de ebriedad. Ella por su parte vivía la algarabía del primer amor de forma diferente, se había encontrado con una persona cambiada para bien, se vio contenta y eso era lo importante; sus familiares querían al novio, sus amigas la envidiaban porque estaba simpático, y sobre todo para ella era fundamental la pausa, la determinación, la brevedad y la paz que le transmitían sus palabras. El tipo era un «superman» a diferencia del pigmeo en que me había convertido yo a su lado.

Como todo pasa, tiempo después fui tejiendo mi camino de una privilegiada serenidad; dejé de beber, comencé a leer, aprendí a escribir, conseguí un modesto trabajo; hubo amores nuevos, sí, pero preferí quedarme sólo, hasta muchos años después, que ella regresó nuevamente a mi vida; traía bajo el brazo a dos niños pequeños y en sus labios la historia de que el infame padre había embarazado a la menor de sus primas cuando esperaba a su segundo hijo. No habían muchos cambios en ella. Nunca se disculpó conmigo por sus errores, me señaló como el único responsable de nuestra ruptura y yo no tenía muchas ganas de contradecirla. Me pidió una oportunidad para volver a estar juntos; lo pensé: estaba sólo, la había amado, podría quererla nuevamente apesar de los daños y, ¿los niños? Acepté su propuesta, regresamos; a los meses nos casamos, no hubo mucho protocolo; mi familia me cerró las puertas; perdí el trabajo y hay rumores de que me sigue engañando con el mismo tipo y yo, dentro de la infelicidad en que me encuentro, me pregunto de rato en rato si fue buena idea haberla querido tanto como para cederle nuevamente la oportunidad de destruirme.»

Alex León

Profesor de Música y Artes, trompetista profesional, políticamente de Centro Izquierda, seguidor y amante de la literatura borgiana y mediano escribidor.