Realizaba la compra semanal para mi supervivencia y como de costumbre, me dirijo a los mismos puntos de compra de siempre. Las mismas sonrisas, la misma amabilidad. Conozco a cada uno de los adultos mayores que venden en las inmediaciones del mercado “modelo” de la ciudad (aunque de modelo no tiene nada). Al realizar las compras semanales, resulto ser un animal de hábitos, los mismos productos de las mismas personas, siempre. A cado uno le pregunto cómo está, me responden que últimamente ya no es tan sencillo vender, porque no está permitido realizar ventas en la vía pública, ya que se altera el orden.
Es verdad, el comercio ambulatorio altera el orden, el libre tránsito, incluso contamina las calles de la ciudad. Precisamente ese día se respiraba un poco de paz y tranquilidad, y al prestar un poco de atención a lo que pasaba a mi alrededor, me di cuenta que trabajadores de la municipalidad de Huánuco retiraban a comerciantes ambulantes de las calles. Volviendo a la historia, me quedé a conversar un poco más con un par de vendedores, intercambiamos comentarios sobre la calidad de los productos y el incremento creciente en el costo de vida. Uno de ellos me dice: “Señorita no le mires con mala cara a los limones, a los tomates pueden ser, pero a los limones no”.
Me comentan que ellos solo se dedican a comprar y vender los productos, ya que tienen más de 70 años y que la edad ni las fuerzas, ya no les facilita para dedicarse a la agricultura; y la venta ambulatoria les permite subsistir y apoyar a su familia. Se ganaron mi corazón hace mucho tiempo, pero aquel día me conmovieron, pues saben bien que los años pasan factura, pero tienen la imperiosa necesidad de sentirse útiles, de seguir trabajando, luchando y sonriéndole a la vida. Uno de ellos dice: “Yo sé que estoy viejo, pero no me siento viejo y mientras quiera seguir vivo, seguiré vendiendo mis verduras”.
Pago las compras y camino en dirección al mercado, veo a muchos “agentes del orden” solicitando “amablemente” a los comerciantes ambulantes a retirarse, y lo digo en sarcasmo, porque muchos de estos son groseros, como el que me empezó a reclamar por tomar algunas fotos del hecho. Sin embargo, también se debe reconocer la labor de otros que realizan su trabajo con empatía, como la señorita que le decía a una señora que debía recoger sus productos y retirarse mientras que ella seguía haciendo su ronda, que lo haga con calma, pero que no puede quedarse.
Estoy segura que al igual que yo, muchos huanuqueños agradecemos que las calles de la ciudad se encuentren libre del comercio ambulatorio, nos facilita el libre tránsito; Sin embargo, para realizar tal actividad es necesario elaborar un plan de reubicación. ya que muchas de estas personas viven de la venta diaria, es su única actividad económica y dependen de ello para la subsistencia de su familia. A todos, quienes trabajamos en oficina, en entidades públicas o privadas, seamos empleados o jefes, tengamos empresas o seamos emprendedores, nos ha afectado la pandemia, y a ello se suma el alza de precios en los productos. Entonces, si quienes tenemos un sueldo mensual, muchas veces tenemos que ingeniarnos para llegar a fin de mes, imaginen aquellos que viven del día a día. Y no, no es por apoyar al comercio ambulatorio o la informalidad, como acusaron a un amigo hace día atrás por referirse a la negligencia del personal al ejercer su trabajo. Simplemente es ser empáticos con aquellos que depende de esta actividad para sacar adelante a su familia.
Se necesita que la Municipalidad elabore un Plan de Trabajo para la organización y ordenamiento del comercio ambulatorio, el cual identifique el nivel socioeconómico de estas personas, la predisposición de los mismos a la formalización y reordenamiento, condiciones laborales, etc. Asimismo, debe contemplar la reubicación de estos, en espacios previamente destinados para tal fin. La Municipalidad puede fomentar o promover mercados populares, minimizando costos de alquiler y mantenimiento, concentrando servicios, etc. Definitivamente la solución no está solo en retirarlos de los espacios públicos, porque la necesidad o la costumbre los hará volver al día siguiente, y esto se convierte en un juego del gato y el ratón entre los trabajadores municipales y los comerciantes.
