Entre el dogma y la compasión: El caso Sara Millerey y la hipocresía cristiana

Yesenia SampayoHace 2 semanas326 min

El asesinato de Sara Millerey Gonzalez Borha, una mujer trans de 32 años en Bello, Antioquia, ha conmocionado a Colombia y encendido un debate sobre la creciente intolerancia y aparente contradicción entre los valores cristianos de amor y la realidad social. Sara fue brutalmente torturada y arrojada a una quebrada, donde, después de agonizar por horas, perdió la vida a la vista de todos. Este atroz crimen fue grabado y compartido en redes sociales, y dejó expuesta la dolorosa realidad de la transfobia y deshumanización en el país.

Sin embargo, algo más escalofriante que la misma muerte de Sara es la forma en que algunos sectores cristianos han justificado el crimen bajo la premisa de que Sara estaba en pecado, y por tal motivo, son consecuencias de su estilo de vida. Ese tipo de actitudes y comentarios solo permiten ver la dureza del corazón de los mismos círculos de fe, y deja abierta la pregunta: ¿en qué clase de Dios estamos creyendo? ¿Qué tipo de esperanza traemos al mundo si el Dios en el que creemos es tan cruel y deshumanizador?

Honestamente, duele el alma cuando nos enfrentamos a una realidad tan cruda: la de una humanidad que despoja al otro de su dignidad solo por ser diferente, por no encajar en los moldes que impone una sociedad que dice amar, pero a menudo olvida cómo hacerlo. ¿Cómo es posible que aquellos que se proclaman seguidores de Cristo pueden deshumanizar con tanta facilidad? Si la orden que nos dejó Jesús fue clara: “Síganme, imítenme”, ¿no deberíamos entonces reflejar su amor incondicional y su defensa radical por la vida?

Nos desgarramos las vestiduras por los no nacidos, alzamos con denuedo la voz por los que aún no han llegado al mundo, y eso está bien, pero, ¿y qué hay de los que ya están aquí? ¿Dónde queda la compasión por los cuerpos y almas que caminan entre nosotros, cargando sus propias cruces, buscando un poco de luz?

Jesús no vino a señalar con el dedo, vino a abrazar lo que el mundo despreciaba. Lo vemos en cada página del Evangelio: en la mujer adúltera a quien no condenó, en el recaudador de impuestos que convirtió en discípulo, en la samaritana que hizo testigo. ¿Acaso no fue él el mayor defensor de la humanidad rota? ¿No lo afirma Juan 3:16 con una claridad desbordante? “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito…” no al mundo perfecto, sino al real, al herido, al equivocado.

Desde Adán y Eva, desde Caín, desde siempre, Dios ha buscado al ser humano en su caída, no para aplastarlo, sino para redimirlo. ¿Y nosotros, qué hacemos con ese ejemplo? Tal vez ha llegado el momento de dejar de juzgar y empezar —de verdad— a amar. Porque el Evangelio no es un arma; es un abrazo.

Con todo esto se hace imperativo que nuestra sociedad pueda reflexionar sobre sus valores y actitudes. El amor al prójimo, principio central del cristianismo, debe prevalecer sobre el juicio y la condena. La vida de Sara Millerey no debe ser recordada por la violencia que sufrió, sino como un llamado a la transformación social, donde el respeto, la empatía y la aceptación sean la norma, no la excepción.

Yesenia Sampayo

Abogada penalista y especialista en Derecho Penal Humanitario. Teóloga de vocación, docente de Ética y Derechos Humanos en Medellín, Colombia. Justicia, humanidad y reflexión en cada palabra.