Felicidad intermitente

Sonreía, juro que lo hacía, pero jamás me imaginé que quien me generaba unos minutos de sonrisas, también podía ocasionarme días de lágrimas constantes.
Jahel BernardoHace 2 años2311 min

Sonreía, juro que lo hacía, pero jamás me imaginé que quien me generaba unos minutos de sonrisas, también podía ocasionarme días de lágrimas constantes.

Cada día antes de salir al mundo, me miraba al espejo y ya no podía reconocer a la mujer que veía en el reflejo. La mujer del espejo tenía tristeza en los ojos, y lo que es peor, tenía tristeza en el alma. ¿Alguna vez te miraste al espejo y no te reconociste?, déjame decirte, que yo sí. Pase días, meses, mirándome al espejo sin encontrar a la persona que alguna vez había visto y ahora ya no estaba. ¿Dónde se quedó? ¿Qué paso? esta es mi historia.

Muchas veces en la adolescencia, por algún comportamiento detectado, nos suelen decir para visitar al psicólogo, pero nos defendemos señalando que los psicólogos son para los locos. Pasan los años y sigues adelante, sin ser consiente que esa visita al psicólogo podría haberte evitado muchas lágrimas, eso me paso a mí. Recuerdo bien, que a la edad de 15 años el psicólogo del colegio me invitó a su consultorio, y fuimos, claro que fuimos, pero no por querer recibir ayuda, sino porque este tenía ojos verdes, y todas andábamos enamoradas de él. De pronto tenía 20 y cursaba el cuarto semestre de la carrera profesional, como parte del proceso evolutivo me enamoré, y sin saber, ese fue el inicio de muchas noches sin dormir, de una constante necesidad de validación, de muchas lágrimas y porque no, de un nuevo inicio.

Siempre que inicias una relación – como una amiga solía decir – vas por el mundo saltando como ovejita feliz; pero esa felicidad, con la persona equivocada y con tus propios demonios internos, no dura mucho. En aquel entonces no tenía la capacidad de reconocer actitudes dañinas, no sabía poner límites y peor aún, no sabía que era aceptable o no para mí. Permitía gritos, celos excesivos, maltratos, humillaciones, etc. con tal de recibir un poco de cariño. Incluso cuando los amigos cercanos buscan hacernos reflexionar, preferimos escuchar al supuesto ‘compañero de vida’. Lastimosamente cuando tenemos heridas internas de la infancia, solemos exteriorizarlos en la edad adulta, sobre todo en las relaciones de pareja.

Cuando no se ha tenido el suficiente amor de padres, validación, cuidados, cariño, tiempo de calidad con los progenitores, en la edad adulta se busca todo ello en la pareja; y como regla de oro, solemos fijarnos en personas con los mismos daños emocionales que nosotros, personas inseguras que tienen la necesidad de humillar a los otros para que ellos se sientan ‘bien’. Personas que necesitan sentirse mejor que tú y si ven que brillas, apagan esa luz, y con consentimiento de una misma.

Esto no sucede de buenas a primeras, se va dando poco a poco. Estas actitudes van escalando y sin darte cuenta dejas tu individualidad. Un día despiertas y ya no tienes la capacidad de tomar tus propias decisiones, necesitas la aprobación de tu pareja, necesitas su presencia constante, cada día exiges cariño, atención que obviamente, ya no te da y esto, muchas veces es un acto de manipulación, suele darte amor a migajas y cada vez que recibes una migaja, eres feliz, entonces perdonas lo imperdonable o aceptas hacer cosas que vulneran tus principios. Llegas al punto de buscar cariño en cualquier persona que te sonríe, te trata bonito o te da el mínimo de atención, no sabes estar a solas contigo y por ese miedo, aceptas cualquier compañía, por más dañina que esta sea.

Es difícil salir de una situación de ese tipo, te cuesta reconocer que eres dependiente emocional, no de tu pareja, sino de cualquiera que voltee a mirarte y te de atención; pero déjame decirte que, si después de haber compartido con alguien, te quedas con una sensación de inseguridad, intranquilidad, tristeza o vacío, algo no está bien y esa debe ser tu señal de alarma para analizar la situación y alejarte. Cualquier cosa que hagas, cualquier persona con la que compartas sin importar la situación y que te deje un vacío en el corazón, ese no puede ser tu lugar, sal de ahí.

Hoy después de muchas sesiones de terapia, me doy cuenta que, si a los 15 años hubiera sanado esas heridas, no habría vivido una relación de dependencia emocional, pero como dice mi terapeuta, nunca es tarde para volver a sonreír y ser feliz. El camino ha sido largo y me queda mucho por recorrer, pero aprendí que lo primero es estar bien con uns misma, disfrutar de la propia compañía; y lo principal, aprendí a reconocer que con la violencia no se negocia.

Algo que se me quedó grabado de lo que me dijo la terapeuta, es que personas con heridas emocionales se vinculan a personas que también tienen heridas emocionales y, que, si tú estás sano emocionalmente, jamás vas a tener algún vínculo con una persona que no está bien emocionalmente. Por ello, si tú en algún punto de tu vida o en este momento sientes que tienes una relación tóxica o crees que tú pareja tiene una forma tóxica de amar, lo primero es que hagas un autoanálisis y porque no, buscar ayuda profesional. La vida es muy corta como para vivir triste, vuelve a sonreír, vuelve a sentirte viva y sal al mundo a conquistarlo. No dejes que te corten las alas y jamás dejes de brillar. No estás sola, a muchas nos pasó, lo importante es no quedarse inmóvil en una situación destructiva. 

Jahel Bernardo

Mujer, aunque debí ser machito y vivir como Bukowski. Amante de la lectura, las rosas y chocolates. Odio los domingos deshabitados y al mundo -eso es lo que suelo decir- aunque siempre voy por el mundo con el corazón en la mano.