Desde el año 1987, año en que comenzó la primera intifada, hasta la actualidad, el conflicto entre Israel y Palestina ha dejado un saldo trágico de vidas perdidas. Según datos recopilados por B’Tselem, una ONG israelí, se han registrado la muerte de 11,652 palestinos y 1,766 personas en Israel durante este periodo. Mientras la comunidad internacional se muestra indiferente, estas naciones en el mundo se desangran a diario.

Este prolongado y persistente conflicto ha generado un sufrimiento indeseable para las personas afectadas en ambos lados, marcado por la pérdida de vidas humanas, lesiones graves y la destrucción de propiedades. Es así que desde diciembre de 1987, poco después del inicio de la Primera Intifada, hasta septiembre del año 2023, el 87% de las personas fallecidas en relación con el conflicto, son de origen palestino. Mientras que el otro 13% de víctimas son israelíes (según datos de la ONG B’Tselem). Queda por determinar a cuánto aumentará esta cifra después de los devastadores ataques perpetrados por el grupo extremista Hamás y la ofensiva militar de Israel.
Los períodos de violencia más intensa y pérdidas de vidas durante las últimas cuatro décadas han coincidido con la Segunda Intifada (2000-2005), durante la cual se registraron un total de 2,664 fallecimientos palestinos y 961 israelíes, así como las cuatro confrontaciones bélicas (2008-2009, 2012, 2014 y 2021) que han tenido lugar en la Franja de Gaza. Esta área ha estado aislada y bajo un feroz bloqueo militar durante todo este tiempo, experimentando bombardeos indiscriminados y cortes de energía, en un territorio donde la mitad de la población son niños.

Una intifada hace referencia a un levantamiento popular que surge contra una fuerza ocupante o un Gobierno opresor en Oriente Próximo. La palabra proviene del árabe náfada, que se traduce como ‘temblar’ o ‘sacudir’. Desde la década de los ochenta, este término está relacionado con la resistencia palestina contra la ocupación israelí en Cisjordania y Gaza.
La comunidad internacional ha sido testigo de manera reiterada de los embates devastadores a los civiles que perecen en ambas naciones. Sin embargo, la respuesta de la comunidad internacional ha sido, en ocasiones, caracterizada por la indiferencia o una acción insuficiente ante las persistentes violaciones de derechos humanos y la escalada de violencia en la región. A pesar de los llamamientos a la paz y la urgencia de poner fin al conflicto, la falta de una acción significativa y efectiva por parte de los actores internacionales ha dejado a muchas personas en un estado de incertidumbre y desesperanza en cuanto a una solución justa y duradera.
En este contexto, urge hoy que la comunidad internacional haga un llamado a la desescalada y a la reanudación de negociaciones directas entre las partes involucradas, con el objetivo de encontrar una solución justa y sostenible para este conflicto arraigado en décadas. Se insta a todas las partes a ejercer la máxima contención y a evitar acciones que agraven la situación y pongan en riesgo a los civiles.
Es imperativo que se protejan los derechos humanos y se garantice la seguridad de todas las personas en la región. Asimismo, se hace un llamado a la cooperación y coordinación internacionales para brindar asistencia humanitaria a las comunidades afectadas y abordar las necesidades más apremiantes, puesto que de lo contrario, veremos indiferentes perecer a muchos humanos, entre ellos niños y niñas inocentes que tuvieron el infortunio de nacer en esos territorios.