La gris mirada de enero

Aquí estamos, la plaza y yo, cubiertos por el gélido viento y el tibio aliento de los jóvenes del ayer, es gris la tarde y el cielo muestra una extraña forma borrosa, cuál papel de mis años infantiles.
Manuel TuctoHace 2 años86 min

Aquí estamos, la plaza y yo, cubiertos por el gélido viento y el tibio aliento de los jóvenes del ayer, es gris la tarde y el cielo muestra su extraña forma borrosa, cual papel de mis años infantiles.

Vuelan hojas secas desprendidas por el viento desde sus grises ramas, me apena lo maravilloso de un instante vivido y su triste marchitar, los momentos mágicos sucumben en un solo instante, y nos condenan a vivir en una mísera cárcel de frío y soledad.

Wendy se llamaba la niña, la muerte la tomó en la precocidad de su vida, y es su recuerdo la que me toma por asalto en tardes como esta. Fue ella, la causa de mis primeros sueños amorosos, y es ella el puerto a donde llegan a parar mis versos más oscuros, versos amputados de la vida, versos que hieren de muerte al más astuto corazón. He dejado de extrañarla ciertamente, pero su oscuridad persiste como un sable sobre mi conciencia, tristezas causadas por otras circunstancias, siempre me devuelven a ella.

La vi por última vez, una tarde a finales de marzo, tenía los ojos rojos, el rostro desencajado y la mente ausente; la tomé en mis brazos y prometí no olvidarla, no abandonarla, ir por ella; promesa que jamás pude cumplir.

Ahora mi tristeza no es por ella, es por otra historia real, una historia que anhelo, que quiero, que espero, pero también, una historia que tengo que olvidar, como tantas veces me ha tocado hacerlo, en estos mismos senderos a la que llamamos vida.

Hoy enero cinco, amenaza el cielo con llover, amenaza el cielo con desahogar su furia y su tristeza, contraídas quizá; por aquellos que sufren el desprecio de la vida y esperan con añoro la sombra de la muerte. En fin, si la vida está llena de desconciertos, quién sabe si la muerte es mejor.

Caída la tarde, una extraña sensación de abandono, acarrea una abrumadora sed de ir a casa, las palomas huyen despavoridos, y mi alma tiembla cuál pájaro lastimado. En esta tarde gris se mezcla todo, la vil miseria de algunos, la abundancia de otros; cuerpos elásticos por la juventud bendecida, y otras decadentes por la vejez consumida; se juntan en el frío asfalto la indigencia y la indecencia, el amor y el olvido.

La lluvia está llegando gota a gota, como llega la muerte para tantos infelices vivientes, todos caminan apresurados a cobijarse debajo del alar de los edificios aledaños, mientras unos levantan armoniosas sus manos, intentando parar los ya ocupados moto taxis. No he abandonado mi banca, no aún hasta sentir empapado mi cabeza, estoy sintiendo lo que todos sienten; dolor, tristeza, felicidad y regocijo descontrolado.

 

Manuel Tucto

Escritor y comunicador social. Nacido en el corazón de las montañas, asiduo lector de Saramago, Orwell y Sabato. En ocasiones escribe porque es la única forma que llega a la profundidad de los sueños.