La novia que nunca tuve

Mi amor:He dejado pasar un tiempo prudente desde nuestro alejamiento para repasar los sucesos que acontecieron entre nosotros desde una perspectiva algo más objetiva; sé (sabemos), que el hilo que tejíamos se rompió de mi lado y que soy el cobarde que decidió tirar la toalla antes de tratar los reumas y achaques que agrietan toda relación.
Alex LeónHace 2 años219 min

Mi amor:

He dejado pasar un tiempo prudente desde nuestro alejamiento para repasar los sucesos que acontecieron entre nosotros desde una perspectiva algo más objetiva; sé (sabemos), que el hilo que tejíamos se rompió de mi lado y que soy el cobarde que decidió tirar la toalla antes de tratar los reumas y achaques que agrietan toda relación. Muchas variantes podrían explicar aquella decisión, pero lo único cierto es que un día amanecí con una terrible noticia de la cual creí no recuperarme, dos semanas después y con seis kilos de menos avizoraba cierta esperanza ante la calamidad y en unos días más, todo se había resuelto; solucionado el problema no sabía si reír o llorar, si celebrar la vida o simplemente descansar de ella, si abrazar a mi familia o hacer como si nada hubiera pasado; todo me era tenue y extraño, pero en medio de la incertidumbre, yo tenía claro una sola cosa: que lo nuestro no podía continuar.

Aún llevo en mis pensamientos la imagen de tus ojos desaprobando mi precaria justificación. ¿Cuál fue el argumento que te di? No recuerdo bien; lo que sé es que todo se volvió tan confuso –¿y cómo no iba a serlo?–, que te estaba costando trabajo entenderme y que apelabas a la frase popular del: ¿dime qué fue lo que hice mal? Nada, cariño, soy yo el que lo hizo todo mal… al cabo de un incómodo silencio que parecía perpetuarse en el lugar, insinuaste la posibilidad de que había otra mujer y al mismo tiempo celebrabas con malicia haber dado en el punto; sí, es eso, ¿verdad? Ya lo suponía, dime, ¿quién es? Pues nadie, mi amor, te equivocaste, cariño; he vivido en soledad todo este tiempo tratando de adecuarme a la idea de que quizá lo mío sea el ausentismo, la indiferencia y la melancolía; de que tal vez mi propósito no está en envejecer al lado de alguien, sino en reconocer que también se puede ser feliz caminando sólo; de que nadie viene en pareja, pero que en la vida nos encontramos y nos queremos, para después despedirnos y llorarnos, mientras la frágil memoria nos permita recordar. Sí, estoy sólo, alegremente sólo.

Sé que no soy el hombre que te mereces y que las pocas personas que supieron lo nuestro me llamaron idiota, por haberte perdido; lo soy, lo admito, pero aun siéndolo, te he librado de mí, un tipo que te habría dado más llantos que alegrías; te alejé del pesimismo con el que miro la vida y aparté de ti un pasado que aún me atormenta. Ayer me enteré que regresaste con un antiguo amor y no hice más que pensar en ti, en los breves momentos que compartimos y en lo feliz que te debes de encontrar ahora, porque –valgan verdades– yo sé que jamás dejaste de quererlo; incluso estando conmigo, pude percibir la añoranza con que hablabas del pasado; la nostalgia de tus veintiséis, el período de tiempo en que compartiste la vida con él; está bien, nadie se va del todo en nuestra vida si es que esa persona fue alguna vez amada; yo no di contigo para reemplazar a otro, porque eso es imposible; yo lo único que hice fue hacerle caso al corazón, tanto cuando iniciamos y, aún más, cuando terminamos.

Ahora, me despido, quizá sea la última vez que escribo para ti, aunque es muy difícil para mí decirle a alguien que no volveré a escribir, siempre me gana la emoción. Yo te quise, eso debería saberlo tu corazón, aunque la cabeza siempre suele dudar. ¿Que si te quiero ahora? No lo sé, no podría precisarlo, la verdad es que me he sentido muy cómodo viviendo así. Hace unas semanas besé a alguien con mucho amor y la perdí al instante porque me confesó ahí mismo que se iría a vivir a otro país; mejor para ella. La vida es así y me gusta. No podría asumir la idea de quedarme en un lugar sabiendo que hay tanto por caminar; ya no me siento en la capacidad de mentirle a alguien y tener que tolerar su presencia vacía y carente de afecto; ya solo me quedan los recuerdos y las historias que puedo contar. Una historia como la nuestra, como la tuya, mi novia: «La novia que nunca tuve».

Alex León

Profesor de Música y Artes, trompetista profesional, políticamente de Centro Izquierda, seguidor y amante de la literatura borgiana y mediano escribidor.