Los años miserables

Hace unos días caminaba las calles húmedas de nuestra ciudad, llovía con cierta intensidad y la gente empezaba a correr como si huyeran de una ráfaga de balas. Con cierta melancolía, distraído y con indiferencia al mundo real, fui a parar a los días olvidados de mi adolescencia, momentos en la que con cierta embriaguez juraba revelarme al sistema político que tanto daño hacía a nuestro país, leía libros de filosofía, sociología y comunismo, el resentimiento crecía sin medida, escribía versos repletos de odio y con ansias de venganza; para mí toda la culpa de la situación de pobreza recaía en el sistema y las autoridades de turno. Pasaba largas horas pensando una solución, dirigía toda mi “genialidad” en reclutar gente y convencerlos que conspirar en contra de los miserables, era la medicina para curar el mal que nos aqueja como sociedad.
Manuel TuctoHace 2 años88 min

AÑOS MISERABLES

Hace unos días caminaba las calles húmedas de nuestra ciudad, llovía con cierta intensidad y la gente empezaba a correr como si huyeran de una ráfaga de balas. Con cierta melancolía, distraído y con indiferencia al mundo real, fui a parar a los días olvidados de mi adolescencia, momentos en la que con cierta embriaguez juraba revelarme al sistema político que tanto daño hacía a nuestro país, leía libros de filosofía, sociología y comunismo, el resentimiento crecía sin medida, escribía versos repletos de odio y con ansias de venganza; para mí toda la culpa de la situación de pobreza recaía en el sistema y las autoridades de turno. Pasaba largas horas pensando una solución, dirigía toda mi “genialidad” en reclutar gente y convencerlos que conspirar en contra de los miserables, era la medicina para curar el mal que nos aqueja como sociedad.

Hoy que ha pasado el tiempo y la madurez ha empezado a alcanzarme, miro con cierta tristeza el mismo escenario, con diferencia a aquellos tiempos, hoy he superado ese resentimiento conservador, con la que hasta hoy convive algunos sectores de la izquierda, de creer que toda la culpa es del sistema y no asumir responsabilidades primero como ciudadanos; donde la honestidad ha sufrido una decadencia devastadora.

Hay momentos en las que sufro un ataque anárquico una rebelión existencialista, y asumo personajes solitarios como: Jervas Dudley, creada por Lovecraft; Zaratustra de Nietzsche o simplemente al Lobo Estepario de Hesse seres solitarios que de alguna forma muestran su desprecio a la humanidad de su tiempo, por causas similares a como convivimos como una sociedad nihilista.

Nuestra convivencia resulta atrozmente raro, todos en teoría anhelamos un cambio, anhelamos libertad y justicia; y a la misma vez la destruimos, estudiamos con el solo propósito de ser profesionales y olvidamos educarnos, perseguimos la felicidad y a la vez la ahuyentamos. ¿Qué tipo de seres somos que hacemos todo lo contrario? Seguramente no hemos evolucionado del todo, el lado salvaje sigue dominante en nuestros genes, que todos los días de nuestras vidas, tenemos que vivir en constante conflicto entre nosotros mismos.

Por un lado, la misoginia y la misantropía se muestra como un estado superior, que solo basta abrir la tapa de un diario para para enterarse que un marido intentó o mató a su esposa, que un enamorado golpeó a su enamorada, que un hombre fue asaltado y asesinado, que un sicario atentó contra otro ser humano, que el gobernador regional se tiró la plata que de alguna forma pudo ayudar evitar ciertos delitos. No hay que ser genios para darse cuentan de que caminamos a la involución, somos una sociedad decadente, sumergidos en una crisis de valores gigantesco.

De un tiempo para ahora, vivimos casi la misma situación del feudalismo con cierta dosis de anestesia, utilizamos la religión como arma de perdón, como Dios es bueno perdona a todos sin importar el delito que cometemos, si matamos no importa, si robamos no importa, él perdona todo; bastará con cargar el anda en octubre y todo estará perdonado.

Quizá mi condición de solitario me lleva a escribir estas líneas, ya no anhelo más ser un ermitaño, no ha sumado en lo absoluto en la búsqueda de ese manantial de justicia del que todos quieren beber, más por lo contrario he sido desdichado, quizá ya sea tiempo de salir a la superficie e intentar buscar la felicidad por cuenta propia, sin importarme nadie más, quizá la halle en los brazos de una bella chica y quizá despertar en alguna playa del mediterráneo con la mirada puesta en ella, sea la cortina perfecta para cubrir estos años miserables.

Manuel Tucto

Escritor y comunicador social. Nacido en el corazón de las montañas, asiduo lector de Saramago, Orwell y Sabato. En ocasiones escribe porque es la única forma que llega a la profundidad de los sueños.