Mi dictador favorito

La dictadura muchas veces para gobernar ha tomado el fusil con la mano derecha, y otras tantas veces también con la mano izquierda. Tanto las derechas y las izquierdas en Latinoamérica tienen a sus dictadores favoritos.
Yoel VenturaHace 2 años1516 min

Este 5 de abril en el Perú se recuerda el autogolpe de Estado perpetrado por Alberto Fujimori hace 31 años. Más de tres décadas después, aún hay fanáticos anaranjados que lo enaltecen y lo elevan al nivel de un mesías; el detalle es que estos mismos que engrandecen Fujimori y niegan su dictadura, irónicamente llaman dictador al chotano Pedro Castillo, quien también hace poco intentó seguir el mismo camino vía un autogolpe, aunque felizmente falló estrepitosamente en su intento de imponer un nuevo gobierno de facto en el Perú.

La dictadura muchas veces para gobernar ha tomado el fusil con la mano derecha, y otras tantas veces también con la mano izquierda. Tanto las derechas y las izquierdas en Latinoamérica tienen a sus dictadores favoritos, por lo que es común verlos defender con tanto esmero a sus villanos más queridos. Lo peor es que estos que alaban a dictaduras, se zurran de la democracia, los derechos humanos y las leyes, luego son los primeros en pedir el amparo del Estado de Derecho.

Una mirada a mitades del siglo XX en América Latina nos sirve para entender el poder militarizado y los diferentes Golpes de Estado perpetrados en estas pujantes naciones. Recordar por ejemplo, al tridente dictatorial de los hermanos Anastasio, Luis y Debayle Somoza, quienes por más de 30 años gobernaron con el fusil en Nicaragua. El cambio de manos de la dictadura de Salvador Castaneda Castro a la junta militar encabezado por Manuel de Jesús Córdova en El Salvador. Cabe también recordar a Germán Suárez Flamerich, luego a Marcos Pérez Jiménez, y así también a Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela. El cáncer dictatorial del chavismo también le ha traído dolores de cabeza a los países vecinos, esto debido a que los muchos desplazados entre migrantes y refugiados venezolanos han colapsado los precarios sistemas que tenían estos países para atender esta problemática que establece el derecho internacional, el derecho internacional humanitario y los derechos humanos.

La dictadura erigida por Fulgencio Batista, luego fue derrocado por la dictadura de izquierda de Fidel Castro en Cuba. La isla bonita hasta hoy sobrevive a merced de esta última dictadura. Gustavo Rojas Pinilla en Colombia. En Paraguay está el dictador Alfredo Stroessner Matiauda. El caso de Guatemala incluso es mucho más compleja, ya que se tiene más de media docena de dictadores en este periodo, entre las que destacan: Carlos Castillo Armas, José Miguel Ramón Ydígoras Fuentes, Alfredo Enrique Peralta Azurdia, Carlos Manuel Arana Osorio, Kjell Eugenio Laugerud García, Fernando Romeo Lucas García, José Efraín Ríos Montt, y Óscar Humberto Mejía Víctores. Lo peor es que estos dictadores casi nunca fueron condenados penalmente por los crímenes que cometieron en sus periodos. Crímenes que iban desde brutales represiones, homicidios, persecuciones a opositores, desplazamientos, desapariciones, torturas, secuestros. Es decir, cometieron delitos de lesa humanidad. América Latina ha escrito su historia con tinta roja, y no necesariamente por el triunfo del socialismo, sino porque se ha erigido sobre la sangre de sus muchos ciudadanos inocentes que perecieron por oponerse a las más despiadadas dictaduras y sus malévolos planes en contra de la democracia en este lado del charco en el mundo.

La lista continúa con Pedro Eugenio Aramburu, Juan Carlos Onganía, Roberto Marcelo Levingston, Eduardo Ernesto Lonardi, Alejandro Agustín Lanusse y Jorge Rafael Videla en la querida Argentina. Dictaduras cuyas secuelas, todavía laceran el recuerdo de muchos argentinos, ya que sus familiares desaparecieron y nunca supieron nada de ellos hasta la fecha. De ahí que Víctor Heredia compusiese “Todavía cantamos”: /todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamos, a pesar de los golpes que asestó en nuestras vidas el ingenio del odio, desterrando al olvido a nuestros seres queridos/.

Oswaldo López Arellano en Honduras. René Emilio Barrientos Ortuño y Hugo Banzer Suárez en Bolivia. François Duvalier (Papá Doc), y posteriormente su hijo Jean-Claude Duvalier (Baby Doc) en Haití. Omar Efraín Torrijos Herrera y Manuel Antonio Noriega Moreno en Panamá. Guillermo Antonio Rodríguez Lara y la junta de gobierno en Ecuador. Juan María Bordaberry Arocena, Aparicio Méndez Manfredini y Gregorio Conrado Álvarez Armelino en Uruguay. Mientras que en Chile se erigió el dictador Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, quien derrocó al expresidente Salvador Allende. Pinochet tiene hasta ahora muchos fanáticos seguidores de la derecha en Chile. La jurisdicción chilena no pudo procesarlo, pero gracias a la jurisdicción internacional y el derecho internacional, es que se le inició un proceso, aunque jamás fue condenado. De ahí que los seguidores de dictadores siempre van a ser de la idea de apartar a sus Estados de los convenios y tratados que los convierte en parte de una jurisdicción internacional.

El Perú no es ajeno a este fenómeno dictatorial. Podemos mencionar al militar nacionalista Juan Velasco Alvarado,  quien se hizo presidente dando un golpe de Estado el 3 de octubre de 1968. Lo peculiar es que en su momento el propio Velasco Alvarado reveló que la izquierda era una piedra en su zapato, pero en nuestros días, la izquierda lo ha redimido entre sus filas. Por obra y gracia del “plan cóndor”, Velasco Alvarado es derrocado por su pupilo Francisco Morales Bermúdez. Posteriormente en los años noventa, irrumpe en la vida política un desconocido e inofensivo ‘chino japonés’, quien vence a Mario Vargas Llosa y se hace del poder, para después de 2 años, siguiendo el ejemplo de otros dictadores de América Latina, se da un autogolpe y se perpetúa en el poder hasta su caída en el año dos mil.  

Sus fanáticos de la derecha peruana siempre han argumentado que Alberto Fujimori es un preso político y que no cometió los delitos que se le atribuye, y por el contrario, prácticamente es su dictador favorito. Aplicando la lógica utilitarista tratan de erigirlo como el mejor presidente del Perú, cuando la realidad es otra, y esta señala que este dictador cometió delitos de lesa humanidad y está considerado entre los 7 presidentes más corruptos del mundo.  Felizmente la justicia peruana, a pesar de no ser de las mejores del mundo, logró procesarlo y sancionarlo penalmente y hoy cumple condena, aunque todavía tiene algunos procesos penales pendientes.  

Para pesar nuestro la historia con dictadores no termina ahí. Hace poco el profesor rural, sindicalista Pedro Castillo, quien proviene de un partido de tendencia socialista, intentó en su desesperación, realizar un autogolpe de Estado. Excusas como el de que “lo amenazaron para que lea ese discurso”, o incluso “que estaba bajos los efectos de alguna droga”, no tienen asidero en la verdad. El tiempo y la investigación se ha encargado de revelar que realmente Pedro Castillo tenía incluso 7 modelos de discurso; eso significa que había al animus (la intención) de quebrantar el orden democrático y del Estado de Derecho. Si bien no cometió el tipo penal de Rebelión, pero su conducta encaja en el tipo penal de Conspiración (artículo 394 del CP).

Aunque a la luz del derecho, debe reconocerse que hubo falencias que alteraron el debido proceso en el transcurso de la vacancia aprobado por un cuestionado Congreso de la República, pero eso no puede anular el asunto de fondo y eso es que, Castillo sí cometió delito. Una parte de la izquierda en América Latina está fallando al señalar que Pedro Castillo es un preso político, ya que eso es alejado de la verdad y no ayuda realmente a solucionar los problemas surgidos a razón de su fallido autogolpe. Este expresidente también pasará sus días tras las rejas y le seguirá Dina Boluarte por los crímenes cometidos en las represiones contra los ciudadanos en el sur.

Ante todo esto surge la pregunta de ¿se puede vivir sin ser partidario ni simpatizante de alguna dictadura? Claro que sí. Aunque en el Perú la gente aún no sabe lo que significa vivir en Democracia, de ahí que los amantes de la derecha extrema y también la facción de la izquierda radical, sean los que pretendan y sueñen siempre con un imponer un gobierno de ‘mano dura’. Los demócratas no debiésemos permitir que estos radicales impongan la agenda del país. Ninguno que coqueta con la dictadura y le rinde pleitesía a su villano favorito, puede ser defensor de la democracia, los derechos humanos y menos del Estado de Derecho.   

Yoel Ventura

Gordito memero y escritor con inteligencia artesanal. Soy investigador en historia y laboro en Derechos Humanos y Derecho Internacional Público. En un mundo de grises, sigo creyendo que el amor es azul.💙