La cantante colombiana Shakira dice: “Si no se puede, se sueña; si no se puede, se lucha; si no se puede, se canta”. Esta poderosa estrofa de la canción “Mujer” encapsula la resiliencia y la determinación de las mujeres migrantes. A través del canto, del sueño y de la lucha, ellas enfrentan una travesía marcada por desafíos inusitados, pero también por un profundo deseo de encontrar libertad y esperanza. Sus historias, muchas veces invisibilizadas, nos recuerdan la importancia de escuchar sus voces y de reconocer el poder transformador de sus trayectorias.
El fenómeno profundamente humano de la migración ha sido estudiado desde múltiples perspectivas, pero la dimensión de género ha comenzado a recibir mayor atención en las últimas décadas. Esto se debe a que se ha comprendido que es así, ya que se ha reconocido que las experiencias migratorias no son homogéneas. En América Latina, el proceso migratorio no solo está influido por factores económicos, políticos y sociales, sino también por las diversas experiencias que viven hombres, mujeres y personas de diversas identidades de género. La movilidad humana en la región se caracteriza por patrones complejos y diferenciados que afectan de manera desigual a las personas en función de su género, lo cual incide en su bienestar, sus derechos y sus posibilidades de integración en nuevos contextos. Este artículo busca explorar cómo la migración en América Latina es una experiencia de género que involucra tanto desafíos como oportunidades.
La migración en América Latina: contextos y dinámicas
La migración en América Latina ha sido impulsada, en buena medida, por la pobreza, la violencia, los conflictos sociales y la falta de oportunidades económicas. Aunque históricamente los hombres han sido los principales actores en los flujos migratorios internacionales, podemos decir que, en los últimos años, ha crecido significativamente el número de mujeres que deciden emprender este viaje. En muchas ocasiones estas mujeres buscan escapar de violencia doméstica o de la falta de autonomía económica (Sánchez, 2020).
El enfoque de género aplicado al análisis migratorio revela que estos flujos afectan de manera distinta a hombres, mujeres y personas no binarias, cuyas experiencias se ven determinadas por estructuras de poder y normas sociales impuestas por el patriarcado.
En las últimas décadas, nos hemos encontrado con un creciente éxodo de mujeres en Latinoamérica, especialmente en países como Venezuela, Nicaragua y El Salvador. Las mujeres migrantes a menudo enfrentan condiciones específicas de vulnerabilidad debido a su género, como la violencia sexual y de género durante el trayecto, la explotación laboral en sectores como el servicio doméstico y la precarización en trabajos informales (Suárez, 2019). A menudo, su migración está asociada a la búsqueda de autonomía económica, una oportunidad para escapar de relaciones abusivas o una forma de garantizar el bienestar de sus hijos.
Migración y género: desafíos para las mujeres
Las mujeres migrantes enfrentan múltiples formas de violencia durante su travesía. El contexto migratorio puede ser un espacio donde las desigualdades de género se exacerban, aumentando el riesgo de acoso sexual, tráfico de personas y explotación laboral. Según informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH, 2021), las mujeres que migran de forma irregular son particularmente vulnerables a la violencia en tránsito, ya sea en el contexto de zonas de conflicto o en la interacción con redes de traficantes de personas.
A pesar de los múltiples desafíos que enfrentan, las mujeres migrantes han demostrado ser agentes de cambio tanto en sus comunidades de origen como en las de destino. La migración ha brindado a muchas mujeres en Latinoamérica la oportunidad de convertirse en líderes sociales y económicas, impulsando el reconocimiento de sus derechos en distintos entornos (González, 2022). No obstante, el acceso pleno a estos espacios de liderazgo aún se ve obstaculizado por la persistencia de normas patriarcales.
En este sentido, surge una pregunta fundamental: ¿es necesario incorporar un enfoque de género en las políticas migratorias? La respuesta es un rotundo sí. Para avanzar hacia una migración más justa e inclusiva, es imprescindible diseñar e implementar políticas públicas que integren la perspectiva de género, reconociendo las necesidades, derechos y desafíos específicos que enfrentan las mujeres migrantes. Esto implica fortalecer su protección legal, garantizar el acceso a servicios de salud y educación, y fomentar activamente su participación política y económica.
La migración como oportunidad para la reconfiguración de géneros
A pesar de los desafíos, la migración también ha sido vista como una oportunidad para el empoderamiento de muchas mujeres. A través de su movilidad, han logrado obtener mayor autonomía, acceder a mejores oportunidades laborales y mejorar sus condiciones de vida. Esto ha permitido, en numerosos casos, redefinir las relaciones de poder tanto en sus comunidades de origen como en sus nuevos hogares.
Desde una perspectiva de género, la migración es un fenómeno complejo que involucra tanto riesgos como oportunidades. Las mujeres migrantes enfrentan desafíos únicos debido a las estructuras de poder y las normativas de género que predominan en la región. Sin embargo, la migración también puede convertirse en un espacio para el empoderamiento, de reconfiguración de identidades y de lucha por la igualdad.
Es fundamental reformular las políticas públicas para que reconozcan estas realidades y garanticen que todas las personas migrantes, independientemente de su género, tengan acceso a los mismos derechos y oportunidades. Escuchar con empatía a estas mujeres es, en sí mismo, un acto de justicia y de memoria colectiva.

Yesenia Sampayo
Abogada penalista y especialista en Derecho Penal Humanitario. Teóloga de vocación, docente de Ética y Derechos Humanos en Medellín, Colombia. Justicia, humanidad y reflexión en cada palabra.