

“El amor es elección; el erotismo la aceptación” (Octavio Paz)
Los días de octubre amanecían en sus ojos, la lluvia bailaba al ritmo hechicero de su voz, sus suaves labios carmesíes, rosaban con el viento a los míos, permitiéndonos soñar juntos por un momento. Cada noche de insomnio, su voz eleva mi alma a la gloria, nos fundimos piel contra piel en la profundidad de los placeres, y recalamos en nuestros cuerpos desnudos y distantes.
Allá en la frondosa selva en medio de la nada, ella encendía el fuego sobre la leña y ardía sobre nuestros cuerpos, me besaba con ternura el alma y no conocíamos de cordura; compartimos los cántaros de sueños y huíamos del tiempo a donde desfallece el silencio. Cuando el sol caía en la espesura del bosque y la noche formaba desfiladeros de ranas, serpientes y otras criaturas que lo ignoraban todo, se encendía para mi esa lumbre entre el cielo y sus ojos, mis dudas se diluían en los límites de la noche y la amaba con infinita pasión.
Hoy, el lamento de la selva abandonada bramará en silencio su triste vacío, las huellas de fúnebres cenizas serán borradas por el viento y ofrecerán sus versos a otros cuerpos, caminará el recuerdo en soledad con el olvido y nunca más quizá, huirán nuestros sueños juntos.
Escribo hoy para recordar, porque mientras escribo no habrá olvido, aunque haya despedida el recuerdo perseguirá nuestros días y no habrá rencores ni lamentos que atormenten los misterios del bosque al que hice cómplice.

Manuel Tucto
Escritor y comunicador social. Nacido en el corazón de las montañas, asiduo lector de Saramago, Orwell y Sabato. En ocasiones escribe porque es la única forma que llega a la profundidad de los sueños.